martes, noviembre 23, 2004

Adolfo Castelo: El Blanco de las Críticas

El primer recuerdo que tengo de Castelo es en la Noticia Rebelde, cuando hacia pasando revista, el segundo es de cuando una maestra de la primaria confundió mi apellido con el de Castelo, lo cual me gusto mucho.

Despues recuerdo que estuvo con Dolina, y no formaron una buena dupla, pero seguía siendo Castelo.

Paso el tiempo y lo empece a escuchar en Radio America de 9 a 13 en El Ventilador. Ahi estaba con Jorge Guinzburg y Carlos Ulanovsky, armaban personajes como Carloncho el Payaso Triste por Ula, o la imitacion de Coco Basile que hacia Castelo con su "Yo los conozco a todos". No me perdia nunca ese programa, era excelente.

Lamentablemente terminó esa etapa, pero por suerte desde hace un par de años empezo Mirá lo que te Digo. Al principio por Radio del Plata de 15 a 18, ahí lo acompañaban Luisa Valmaggia y Jorge Halperín. Despues se fue a Radio Mitre y se incorporaron María O' Donnell, Lorena Maciel, Marcelo Palacios, Gillespie y Barragan.

El humor de Castelo se fue haciendo mas ácido y genial con los años, el editorial que hacia al inicio y al cierre, el Blanco de las Críticas, eran fabulosos. El programa comenzó en el 2001 y coincidió con el momento histórico que marcaron la debacle de la Argentina, y los esos editoriales eran lo que todos esperabamos oir, el reflejo fiel de lo que pasaba en el país con la ironia justa para hacernos reir de nuestras desgracias.

Es muy difícil describir lo que sentía cuando escuchaba a Adolfo Castelo, y justamente eso que no puedo decir con palabras es lo que va a quedar en mi memoria a partir de hoy, momentos de una vida.



Fragmentos tomados de la desaparecida Revista 3 Puntos:

...Yo quería ser pintor. Lo que podría ser hoy cierto éxito nace de una frustración y un fracaso. La frustración es que yo quería estudiar pintura pero mi viejo quería que fuera contador; el fracaso es porque llevo dibujos a Tía Vicenta y me dicen que los argumentos son buenísimos pero los dibujos son horribles. Así es como empiezo a escribir chistes. También hice algunas cosas en serio en Primera Plana, cuando la dirigía Ramiro de Casasbellas y estaban Tomás Eloy Martínez y Osvaldo Soriano. O sea: me tocó aprender aunque yo fuera una bestia. Pero lo mío siempre fue el humor. Había leído a Macedonio Fernández y me encontraba ahí, o en los textos de Jordán de la Cazuela, de Wimpy o de Álvaro de la Iglesia...

... Estamos perdidos. Todo lo que uno imaginó hasta acá no es aplicable. Porque además cambió el mundo; primero globalizaron el negocio y la riqueza de los mismos de siempre, después globalizaron la desocupación, después la injusticia y la pobreza. Es un mundo que hay que modificar, y Argentina es otro país, hay que pensar todo de nuevo. Yo no voy a aflojar, porque ¿qué dirían mis hijas? No voy a aflojar por convicción y por obligación. Yo creo que la gente joven puede decir "si este viejo pelea hay que pelear". Tengo que pelear, putear... es mi obligación, aunque me digan que en lugar de humor hago política.

EL PASADO LOS CONDENA
Por Orlando Barone

Con Adolfo tenemos un pasado común y remoto desde cuando él era joven y canoso y yo joven y sin canas. Entonces nuestras vidas eran un mutuo azar. Pero estábamos casados y había que trabajar en algo que no fuera un empleo esclavo. Empezamos a fabricar spray para el pelo con una fórmula insondable y lo vendíamos en las peluquerías. El spray se llamaba Nutiem. Lo envasábamos en damajuanas de vino, esas con la antigua envoltura de paja. Con el uso la paja se estropeaba y con semejante packaging nuestros repartidores ingresaban a los salones de peinados. Nunca supe cómo coiffeurs tan finos que peinaban a Amalita Fortabat o a Mirtha Legrand eran capaces de comprarnos. Las peluqueras rubias y lindas me pasaban por alto (yo soy petiso) pero a él lo acosaban. Nunca llegaba a tiempo a las citas: tardar era su don más preciado. Creo que como todo trágico debía creer que si alguna vez llegaba a horario podía encontrarse con la muerte.
Su humor satírico, cáustico, urbano y porteño todavía era amateur e íntimo pero no había que ser un descubridor para darse cuenta de que ése iba a ser su futuro. Fueron tiempos de tan estrecha amistad que nuestra parte homosexual debió allí hacer catarsis, aunque sin llegar a consumarse. Nuestras mujeres eran muy amigas. La de él murió todavía joven. Ya en esa época la vida nos había separado pero no la memoria si ésta es leal al pasado.
Por Castelo soy lo que ahora soy . Por él conseguí mi primer trabajo en la revista Mercado. Cada tanto nos reencontramos, y actuamos como si nos hubiéramos visto hace un rato.
Hace más de tres décadas Adolfo confiaba en que yo iba a ser periodista y escritor; yo confiaba en que él iba a ser humorista. Ambos cumplimos. Pero Adolfo me gana: es un genio.

Revista TXT, Las Mujeres que Amé

¿ Saben ? Quería contarles, hoy, que yo amé muchas veces. Y que, como todo mortal, amé de muchas formas. Y quisiera decirles que por la edad, disculpen, amé a muchas mujeres.
Amé, en ocasiones, con esperanzas vanas, pudor adolescente, con frenesí platónico. Esa forma de amar que revuelve las tripas, que angustia por las noches, que provoca temblores.
Tartamudeé, entonces, cuando las ví de cerca. Y mentí profesiones y me inventé talentos. Soy músico de jazz, escritor de novelas, piloto de aviones. Compuse con Piazzola, inspiré a Frida Kahlo. Fuí discípulo de Einstein, guardaespaldas de Kennedy, el que pisó la luna.
Es que yo divagué hasta quedar hastiado.
Y cuando me miraron con tanta indiferencia, callé, abarrotado de tanto que decir.
Y lloré con mi almohada mi estupida plegaria, y me tragué con vinos una desolación tras otra, perdido en la intemperie que suele ser mi abrigo.
Y escribí decenas de poemas que convertí en canciones, deplorables, que con sólo leerlas me llevaban al vómito.
Disculpen mi sinceridad, irrelevante, pero a veces no puedo evitarlo, me recuerdo ignorante, infiel, celoso y parco. Y remonto al olvido para volver a verme amar a la mujer que amé como la he amado.
Porque a veces amé poquito y nada, con cierta hostilidad de genio incomprendido, seguro de sentirme amado hasta el cansancio. Víctima del amor agobiante, con cientos de llamados y reclamos, hasta volverme cruel, sin intenciones. Entonces descubrí el oscuro color de los dolores, los ojos embriagados del amor que se muere, las despedidas secas, los atajos del fóbico, la rabia despechada de las mujeres tiernas, maternales. Y lloré de verdad aquellas noches, porque esas noches fueran las más duras, y esas mujeres fueron, al fin, las más amadas. Dueñas de mi nostalgia y de mi ira, reinas de mi benevolencia y de mi culpa, princesas de mis mejores sueños, no cumplidos.
Pero también amé, y voy a decirlo, con paciencia oriental. Y me jugué entero a todo o nada. Y me banqué los planteos y desplantes con estoicismo idiota, aunque febril.
Inútil el esfuerzo.
No podría contarles los resultados de amar hasta estallar de grandes intenciones. Porque no es posible cruzar los abismos si no hay puentes, cuando la diferencia es brutal, malentendida.
Entonces descubrí que el amor es constancia, risa, aburrimiento, madrugada, complicidad, café con leche, compañía. Una quimera frágil, fatigada, de querer amar todos los días.

(Gentilmente transcripto por consigna.blogspot.com)

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